13 abril 2008

El secreto de Antonio Burgos.

Antonio Burgos quería ser Registrador-Calificador Civil desde chiquitito. Soñaba con sentarse tras un escritorio de caoba pulida sobre el que descansara un grueso tomo, encuadernado en piel roja y con estampaciones y cantos dorados, gemelo de otros cientos que dormitaran en las atestadas estanterías de su despacho.

Cada mañana, dispuesto a comenzar su trabajo, acariciaría su cubierta, tomaría con sus dedos pulgar e índice la suave cinta de raso que serviría de punto de lectura - o mejor dicho, de escritura - y abriría ceremoniosamente el voluminoso ejemplar, asientos de caligrafía impecable a la izquierda, prometedoras líneas en blanco a la derecha.

Un último repaso a su aspecto y a su entorno: quevedos dorados encajados sobre su nariz - a esa venerable edad ya debería usarlos - plumas y tinteros alineados según grosor y color, bella imagen de la perfección y el ceremonial que requiere un trabajo minucioso como sería el suyo.

Puntual, un subalterno abriría la puerta del santuario a las ocho de la mañana para dar paso a la primera pareja, que se mostraría sin duda tímida, quizás algo atemorizada por la solemnidad del momento: el de Inscribir y Calificar al bebé que portarían en brazos. El niño Antonio Burgos sabía de la transcendencia del acto: el recién nacido, sin ser consciente en aquel momento, entraba a formar parte oficialmente de la Comunidad, se inscribiría su nobre y filiación, su fecha de nacimiento y vecindad, el Estado conocería su existencia: aquel pequeño ser humano adquiría su IDENTIDAD.

Como Antonio Burgos siempre fue un perfeccionista desde chiquitito, vamos, lo que se dice "un mihita", se le ocurrió que podría mejorar el solemne acto de Inscripción en el Registro Civil con lo que él llamaba la Calificación. Añadiría a los datos de obligado de cumplimiento una línea adicional de suma importancia: en ella tan sólo podría inscribirse dos cosas: bien el gentilicio "SEVILLANO", reservado a los bebés dignos de tal calificativo, que constituía un honor en sí mismo; bien otra expresión alternativa que describiera a los menos afortunados, causantes de una pobre impresión, que podría variar desde "PAPAFRITA" o "PINTAMONAS", hasta "PANIAGUADO" o "ABRAZAFAROLAS", entre otras muchas, según la inspiración que le viniera en ese momento.

Que la criatura llegaba con un costal debajo del brazo y en sus aullidos se pudiera adivinar los compases de "Pasa la Macarena": "SEVILLANO". Que sus padres, en un alarde de progre-paletismo, le habían regalado una muñeca, siendo varón: "PAPAFRITA".

¡Qué inmenso poder el del Registrador-Calificador! Desde chiquitito era consciente de ello, y a tal honor aspiraba.

Cuando Antonio Burgos se hizo mayor conoció algo de mundo y tras sus primeros contactos conscientes con la Administración y la Burocracia su sueño infantil y su vocación se esfumaron como el humo.

Un buen día acudió al Registro Civil y el panorama le dejó desolado. En lugar de pulidos escritorios de caoba vio grises mostradores de contrachapado. No vió estantes repletos de tomos gemelos encuadernados en piel roja, sino clasificadores de cartón amontonados en armarios de chapa. Ni rastro del grueso libro de cantos dorados, ni de las plumas ni los tinteros ordenados según grosor y color: una selva de monitores, torres, impresoras y teclados encadenados entre ellos por multitud de cables usurpaban su lugar y su función. Pero lo peor, sin duda, era que no existían los Registradores-Calificadores Civiles, sino tan sólo anodinos funcionarios, simples auxiliares, instalados cómodamente en su rutina, compartiendo cubil, incapaces de mirar a un niño a los ojos, de CALIFICARLE, de darle una identidad, de decirle "así es cómo eres".

Con el tiempo, de esa frustración nació una nueva vocación y el joven Antonio Burgos se hizo periodista, escritor y columnista. Con los años necesitó gafas, pero nunca llevó quevedos dorados, sino unas de oferta del Multiópticas. Usó máquina de escribir y ordenador; le gustaba alinear el ratón y su alfombrilla con el teclado.

Desde su recuadro en ABC comenta desde hace años la vida del país y de nuestra querida ciudad, con mordacidad e ingenio para unos (SEVILLANOS), con desfachatez y rancio cinismo para otros (PAPAFRITAS). Ninguno sabe que, en realidad, escribir es su catársis, su terapia para combatir el trauma infantil. No en vano decía Oscar Wilde - a éste PINTAMONAS seguro que sus padres, de chico, le regalaron muñecas -, que "la mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella". Se le podría añadir "y de la obsesión", por eso, Antonio Burgos aprovecha la oportunidad que le da su recuadro en ABC para Inscribir y Calificar, como quien no quiere la cosa.

Tiene que escribir un artículo sobre la composición del nuevo gobierno. Cierra los ojos, se deja llevar, como en sus fantasías de chico, por la inspiración del momento, como en un juego de asociaciones. Carmen Chacón, "ANIMAL DE COMPAÑÍA". Bibiana Aído, "MODISTILLA". Bernat Soria, "EUTANÁSICO".

Se siente satisfecho del resultado: no argumenta, no razona, no hace crítica con fundamento: CALIFICA. Con tal actitud, la contraargumentación no es posible. "¿No lo ve compadre? ¡Si está más claro que un vaso de rebujito! El que no está de acuerdo, no es hombre cabal" Y se acabó la discusión.

Antonio Burgos se repantinga en el santuario de muebles de caoba de su imaginación, es capaz de evocar, como el protagonista de "El perfume", el olor rancio a tinta y pergamino de su mundo de ficción, se lamenta de la pérdida del sentido común, de la degradación del arte y la gracia y de que los toros ya no son tan bravos como antes ni los hombres se visten por los pies. Ministras, "BATALLÓN DE MODISTILLAS". Instaurado en su queja continua, depositario de la esencia de lo castizo y auténtico, Gran Registrador-Calificador del Universo, se siente un hombre feliz.

11 comentarios:

El Mario dijo...

Niña, ¿sabes que cada día me gusta más cómo escribes?

Un besito.

Anónimo dijo...

Me quito el craneo.

Mercedes dijo...

¡Muchas gracias! ;-)

Me alegro de que os haya gustado.

Cuando leí el artículo de este individuo me indigné muchísimo y pensé en dedicarle una buena ristra de improperios, al tiempo que desmontar uno a uno sus argumentos... pero entonces me di cuenta de que era inútil, sencillamente porque argumentos este hombre no tiene ninguno. Se dedica a referirse despectivamente a todo el que no comparte sus ideas e intentar ridiculizarlo con un montón de chistes que él considera ingeniosos y castizos, pero que están siempre traidos por los pelos.

Por eso, como a este tipo de personas no se les puede tratar en serio, intentando razonar, lo mejor es poner antes sus narices, con bastante ironía, su propia estupidez, ésa es la única manera de desarmarlos.

Así me salió en un momento de inspiración ésto que es más parecido a un cuento que a otra cosa. Al menos de semejante tipo he podido sacar algo positivo. ;-)

Anónimo dijo...

Has captado perfectamente el estilo habitual de este señorito, por cierto, hijo de un zapatero, que vive ensimismado en una aristocracia casposa y rancia, en una Sevilla de buenos y malos, de nobles y plebeyos, que lo mismo actúa de mamporrero de la Sra. Duquesa que de sargento chusquero que abofetéa a la tropa.
Sí, despues el caballero, hace el chiste facil (! qué age tiene!) que el populacho corea. Que su odiado Sevilla gana una Copa de la Uefa, él la llama paragüero de Ikea, autocovenciendose de que su salero e ingenio tapará la mayor de las envidias.
Pero como muy bien dices, no merece la pena dedicarle improperios. Al niño del zapatero se le dan dos guantás sin manos de otras formas...

Zapateiro dijo...

Siguiendo su recomendación, aquí me encuentro, leyendo este magnífico post -de lo mejorcito que he leído de señor Burgos-.

Ha sido una alegría descubrirle. Le seguiré a menudo.

Un saludo.

Mercedes dijo...

¡Gracias Zapateiro!

Acabo de visitar tu blog y me parece interesante, pasaré por allí de vez en cuando. ;-)

Y por favor, te dirijas a mí de usted, ¡que soy jovencitaaaaa! Todavía. ;-)

Zapateiro dijo...

Como era la primera ven que entraba en tu blog y no tenía más referencias que lo que pude leer en tu comentario, creí que lo adecuado no era tutearte, pero ya que me lo permites no dejaré de hacerlo.

Me encantó tu post, mi enhorabuena.

Por cierto, te he enlazado a mi blog.

Un saludo.

Antonio dijo...

Lamentable este pregonero. Lamentable que siga viviendo en su mundo y con sus cuatro amiguitos del siglo XIX

Y lo dice que ha vibrado con alguno de sus artículos costumbristas pero la falta de respeto no es tolerable. Y menos el machismo. Métase en el Costurero de la Reina y no salga más, ome. Y llévese a Jiménez Losanto y sus palmeros, al cochinito trotón de El Mundo, etc.

Estupendo artículo, enhorabuena, ¡ponme una de curnecitos con tomate!
Saludos
Antonio

Gabriel dijo...

Enhorabuena por la entrada, en parte coincidimos contigo y aquí está la prueba http://barralibredepalabras.blogspot.com/2009/02/antonio-burgos-o-las-bicicletas-no-son.html
Un saludo

jrfr dijo...

Brillante, gracias por hacerme pasar un buen rato

Anónimo dijo...

Qué sabrá un burro... lo que es un Pictolín.
Saludos