10 julio 2006

Vendo toritos que dicen ¡muuuuuuuuu!


Al empresariado español en general, y andaluz en particular, le falta mucho que andar en el terreno de la iniciativa y las ideas emprendedoras. Se tira a lo fácil, a la conquista de la fórmula rápida para hacer dinero con el menor coste posible y sin que, por supuesto, las cabezas echen humo, que hace mucho calor por estas tierras y si encima hay que pensar se acaban derritiendo las seseras, con lo caro que está el seso de ejecutivo, más que por la calidad, como en el chiste, porque está casi nuevo.
Toda esta perorata viene provocada por la indignación que me produce una historia sobre perspicacia empresarial que me ha contado una amiga que trabaja para una conocida marca de trajes de flamenca. La marca en cuestión tiene, además de su fábrica y sus tiendas en Sevilla, una página en internet a través de la cual vende al extranjero, principalmente a Japón, Alemania, Italia y Francia. El procedimiento es simple: cuelgan en la página varios modelos básicos, una carta de telas y a partir de ahí, atienden los pedidos según los gustos de los clientes que pueden incluso introducir algunas variaciones.
La prueba de la poca lucidez mental del empresario viene dada cuando se entera, hace bastante tiempo ya, que algunos de sus clientes allá en las tierras lejanas, normalmente las de Japón, se pasan de listos y revenden por el triple de su precio la mercancía que compran a la empresa española. ¿Y qué hace ésta? Un descuento, así tal cual, del 25 por 100, por pedidos que sobrepasan cierta cantidad, para que así el intermediario, que no produce nada y que se limita a teclear en un ordenador, pueda sacar más beneficio si cabe a su costa.
Aunque no lo parezca, hay bastante gente honrada en el mundo, y algunos de ellos se han tomado la molestia de coger un avión - o más de uno - para venir y ofrecerle a la empresa sevillana la apertura de una franquicia en sus países, por lo que ésta podría controlar desde la estética de las tiendas hasta el precio de los productos. Pero eso de franquicia les habrá sonado a raro, a complicación, porque claro, franquicia viene de "franco", que significa francés, y ya se sabe que los franceses son el archienemigo, nos invadieron el país, nos eliminaron del mundial, y de ahí no puede salir nada bueno, por lo que mejor descartar la idea sin más reflexión.
No obstante, el avispado empresario, aquijoneado por la curiosidad del buen emprendedor, empieza a darle vueltas al coco, devanándose los sesos para alumbrar una idea mucho más original que la vulgar franquicia y he aquí que, iluminado por los símbolos patrios gracias a los cuales somos conocidos en el mundo entero, da con la solución genial: vender toritos que dicen ¡muuuuuuuuuuu!
Pero ojo, no son unos toritos cualquiera, los hay en dos tamaños, son suaves, nos miran tiernamente con sus ojitos saltones de plástico y nos mugen con cariño cuando les apretamos la barriguita. Son tan monos, que a uno se le olvida qué diablos hace una fábrica de trajes de flamenca vendiendo toritos por internet. Ni qué gracia tiene comprar souvenirs de países en los que uno no ha puesto el pie. Porque la gracia del souvenir radica en que, aunque objetos hortera por naturaleza, tienen la facultad de resultarnos simpáticos cuando nos encontramos de viaje en plena euforia de las vacaciones y de fiebre consumista... ¿pero por internet y a miles de kilómetros...? Por no hablar de que vendiendo toritos junto a tus productos se consigue degradar a la categoría de simple souvenir algo con tanta tradición como el traje de flamenca.
Pero en fin, los guiris son tontos y no se detienen en tantas cábalas y seguro que alguno cae en la bolsa, lo suficiente para que el empresario emprendedor se vaya a dormir tranquilo con su particular idea de "ampliación del negocio". Así nos va de bien.
P.S.: por cierto, el título de esta entrada se ve cuando pasas por encima el cursor con el botón izquierdo del ratón presionado como si fueras a seleccionar el texto. Lo digo por si lo veis desaparecer, como me pasa a mí.

2 comentarios:

El Mario dijo...

Yo aún diría más. El empresariado español, el andaluz... y el sevillano...

Hace un tiempo, creo que fue en 2004 o así, ví una noticia de que Sevilla era la provincia española con menos desarrollo económico. La verdad es que no me resultó sorprendente.

Una cosa que me mosquea sobremanera es que mientras que en Sevilla hicimos una Expo, en principio para revitalizar la ciudad, para que viniesen inversiones, empresas, etc, y se hizo un parque tecnológico impresionante, que está desaprovechado, en Málaga se han ido asentando más y más empresas del sector de informática y telecomunicaciones. Así que supongo que si algún día me vuelvo de Madrid a Andalucía, no será a Sevilla, que además tampoco tiene playa.

Y es que si quieres montar algo en Sevilla... monta un bar de tapas...

Anónimo dijo...

Este... y no tienen folclorica?
Me encanta la cara del torero, pero una pantoja de peluche que berrease al apretarle el vigesimoseptimo lunar (contando desde abajo) del traje de faralaes... seria lo mas.