06 julio 2006

Un cuento que me contó mi abuelo.

Érase una vez una hermosa princesa que vivía en lo más alto de la más alta torre de su hermoso castillo. Día y noche las pasaba, muy afligida, asomada a la ventana, suspirando porque no encontraba, de entre los numerosos pretendientes que la asediaban, príncipe alguno que fuese de su agrado.
Un buen día mientras así se lamentaba, desvió su mirada de las nubes, donde solía posarse, hacia el patio del castillo donde un humilde soldado hacía la guardia. El pobre soldado la miró y al instante quedó prendado, esforzándose por que su declaración de amor subiera desde el suelo a lo más alto de la más alta torre y llegara a oidos de aquella a quien había entregado su corazón. Pero la princesa, que era un poco estirada y chapada a la antigua, aunque se veía atraída por el soldado, ya que era guapo, valiente y apasionado, decidió ponerle las cosas difíciles, pues no podía dejar de pensar en que quizá él era poco para ella y en que quizá debiera primero demostrar su devoción de manera indudable, antes de darle el definitivo sí.
Así pues, poniendo su pose más digna, habló de esta forma al soldado: "Para acceder a ser tu esposa, has de darme de tu amor prueba. Si durante mil días con sus mil noches permaneces de guardia bajo mi ventana, sin que nada haga enflaquecer tu determinación, seré tuya para siempre".
Y así pasó el pobre soldado novecientos noventa y nueve días con sus novecientas noventa y nueve noches, fusil al hombro, soportando heladas en invierno y un sol abrasador en verano, lluvia, viento, crueles tormentas, siempre junto a la más alta torre, siempre de guardia bajo la ventana, sin que nada le hiciera desistir de su empeño.
El día que hacía mil la princesa estaba tan entusiasmada que daba palmas con las orejas. Vistió su mejor vestido, calzó sus mejores zapatos, se perfumó y peinó, y sin que sus honorables padres lo supieran, por supuesto, se puso las braguitas más pequeñas y coquetas. De esta guisa bajó corriendo los innumerables escalones desde lo más alto de la más alta torre, y cuando por fin llegó al patio donde el soldado montaba guardia éste la miró a los ojos, tan cansado y andrajoso como estaba, y ella tan hermosa, descansada y bien alimentada. "¡Sí quiero!" chilló la princesa ante el enmudecido soldado, y en aquel momento, el pobre chico la observó, tiró su fusil al suelo, dió media vuelta y se marchó para no volver nunca jamás.
Bonito, ¿verdad? Y con moraleja. Ni que decir tiene que el detalle de las braguitas pequeñas es mío, a mi venerable abuelo no se le ocurriría decir tal cosa.

5 comentarios:

Elena dijo...

Ahora en serio guapa,un cuento muy bonito, con sus princesas, sus castillos...como deben ser los cuentos.
Yo estaba pensando que ojalá fuera así siempre la vida y le diera a cada uno lo que se mereciese. Por lo menos nos quedan los cuentos con finales justos, aunque, ¿no te has dado cuenta de lo machista que son la mayoría?
En fin, espero más historietas para mis horas muertas en este "castillo" que es mi oficina.

Mercedes dijo...

Tú lo has dicho guapa, este es un cuento con final justo, por eso me encanta.

sí es cierto que son machistas, porque los personajes de los cuentos son siempre estereotipos, y estereotipos antiguos además, propios de épocas ya olvidadas. El soldado, la princesa, el cazador, el lobo, no valen nada por sí mismos sino en cuanto que representan ciertos valores o cualidades, como la fidelidad, la belleza caprichosa, el valor del aventurero o la astucia.

Por eso cualquiera puede indentificarse con ellos, ser princesa o lobo, y te diré que hay muchas mujeres que tenemos que hacer de sufrido soldado, mientras muchos tíos hechos y derechos juegan a ser asustadizas damiselas.

El Mario dijo...

Está guay el cuentecito, tu abuelo tenía que ser una persona interesante...

El papel de príncipe enlatado de estos cuentos es una mierda, en plan sacrificado y luchador para que luego la princesita le trate con la punta del pie. Si eres amable, educado y atento, malo, porque eres un pesado. Si eres un dejado, malo, porque no la quieres...

Yo imagino que lo que nos pasa a los tíos es que hoy no sabemos muy bien a qué atenernos. Las princesitas de los cuentos son hoy más bien como Fiona, lo cual es genial. A lo mejor nosotros tendríamos que ser más como Shrek... :)

A. Ramírez dijo...

¿Tu abuelo o Cinema Paradiso?

Anónimo dijo...

lo cuenta mejor Alfredo en cinema paradiso, tu abuelo??' mmm serás totó